La peor pesadilla de PepsiCo empezó el 10 de junio de 1993, cuando una anciana pareja de Washington afirmó que había descubierto una jeringa dentro de una lata de Diet Pepsi. Al día siguiente una mujer de la misma ciudad informó haber encontrado otra aguja hipodérmica en su bebida.
Durante las dos semanas siguientes, los 50mil empleados de PepsiCo, desde el presidente, personal de comunicación corporativa y hasta los embotelladores independientes trabajaron contrarreloj para montar una ofensiva masiva de relaciones públicas que evitó eficazmente un desastre empresarial. Estos hechos fueron denominados como «un sabotaje».
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